martes, 5 de mayo de 2009

La danza: nacer, crecer pero no morir

Su padre es el arte y su madre el movimiento. Nació unida al hombre cuando éste empezó a sentir. Los primeros juegos entre danza y hombre se dieron en ritos y ceremonias. Con ella expresaban la necesidad de alimento y bailaban a la lluvia, al trueno, al ocaso del sol y a la caza. Los más sabios decían que la vida misma era una danza, desde el movimiento de las nubes a los cambios de estación.

Pero el hombre fue evolucionando y, a medida que conocía el mundo y se adaptaba a las nuevas experiencias, la danza se hacía mayor a pasos agigantados. En el antiguo Egipto, las danzas ceremoniales, que representaban la muerte y la reencarnación, se fueron haciendo cada vez más complejas y sólo podían ser bailadas por profesionales. En la Grecia antigua, grupos de mujeres llamadas ménades iban de noche a las montañas donde, bajo los efectos del vino, celebraban sus orgías con danzas representadas por actores y bailarines entrenados.


Y llegó la adolescencia. Esa época de crisis por la que todos los jóvenes pasan. La danza se sentía rara, desplazada por los adultos… En Roma, a partir del 150 a.c., todas las escuelas de baile cerraron sus puertas porque la nobleza romana consideró que la danza era una actividad sospechosa e incluso peligrosa. Pero la danza no se detuvo y surgió la mímica o la pantomima, en la que la comunicación se establece a través de estilizados gestos y movimientos y se convirtió en un lenguaje no verbal en la multicultural Roma. En la Edad Media encontramos, de nuevo el rechazo de la danza como origen de la permisividad sexual por líderes de la Iglesia. Durante esta época surgió una danza secreta llamada la danza de la muerte, propiciada por esta prohibición de la Iglesia y la aparición de la Peste Negra. Nacida como danza secreta, ha sido descrita como una danza a base de saltos en la que se grita y convulsiona con furia para arrojar la enfermedad del cuerpo.

El Renacimiento trajo una nueva actitud hacia el cuerpo, las artes y la danza. Olvidados los problemas en siglos anteriores y ya siendo más mayor, la danza acude a estudiar ya que en esta época aparecen los primeros estudios serios de danza. Además, en 1661, Luis XIV de Francia autorizó el establecimiento de la primera Real Academia de Danza. Es en estos años cuando nace una de sus hijas, el Ballet, como disciplina artística, que fue adaptándose a los cambios políticos y estéticos de cada época.




Después de la I Guerra Mundial el mundo entero queda devastado y las artes se cuestionan los valores. El arte y el hombre se unen en reacción a las máquinas y la destrucción. En Rusia surge un renacimiento del Ballet propiciado por los más brillantes coreógrafos, compositores, artistas visuales y diseñadores. Es en estos años cuando la danza tuvo más hijas, que se sentían acorraladas entre los estilizados movimientos del Ballet. Ellas querían explotar y ello hizo que surgieran las primeras manifestaciones de las danzas modernas, como la danza Contemporánea. La danza comenzó a hacer grandes amigos; coreógrafos que la ayudaron a enriquecerse y dar virtuosismo a su razón de ser. Isadora Duncan fue una de las pioneras del movimiento de las danzas modernas, pero la danza también conoció a Julio Bocca, Martha Gramham, Alicia Alonso, Anna Pavlova o Merce Cunningham, entre otros.



A medida que la danza fue ganando terreno, rompía todas las reglas y potenciaba la libre expresión. Su gran compañera de aventuras, la música, le enseñó las influencias latinas, africanas y caribeñas; que inspiraron la proliferación de las salas de baile y de las danzas como la Rumba, la Samba, el Tango ó el Cha-cha-chá. La danza viajó por multitud de países dándose a conocer. Hombres y mujeres quedaron impactados con ella y, a partir de la década de los 50, aparecieron otras danzas más individualistas como el Rock and Roll, el Twist, el Jazz… Con el nuevo siglo la danza se unió a los más jóvenes y transgresores que querían que ella fuera desobediente, que se alejara de la técnica y que rompiera los esquemas. De esta relación nacieron el Hip hop, el Funky y el Break dance a principios de los años 70.

En 1982 el Comité Internacional de la Danza de UNESCO fundó el día Internacional de la Danza (en inglés). Desde entonces, el 29 de abril multitud de instituciones y compañías de todo el mundo celebran el día Internacional de la Danza, coincidiendo con el nacimiento de Jean-Georges Noverre, bailarín, coreógrafo y uno de los hombres que sin duda más la amó. La semana pasada la Danza celebró su día, el Día Internacional de la Danza. Y es que, aunque tiene muchos años, está más activa que nunca: multitud de programas de televisión la reclaman, los psicólogos la recomiendan para el buen desarrollo del niño y la gente se divierte bailándola en las discotecas. Esta es una buena excusa para reunir a todos los hijos de la danza: Ballet, Jazz, Rock, Salsa o el Hip Hop; y celebrar que sigue viajando por el mundo y conquistando almas sensibles con su esencia: el arte y el movimiento.

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