Un cuarto oscuro y tres focos en el suelo iluminan a los siete bailarines que yacen tumbados sobre el linóleo. Silencio, calma y expectación. Cada uno de los asistentes coge una silla y se sienta alrededor del escenario; tan cerca que se puede sentir la respiración de los artistas. Durante los primeros minutos se dedican a preparar su cuerpo: estiramientos, abdominales y pequeños movimientos que ponen a punto cada una de sus articulaciones y músculos…
Suena la música, eléctrica y fría. A veces, incluso resulta incómoda para los oídos. Y los siete empiezan a bailar. Eva Sanz, Lucía Mellado, Lorena Díaz, Gema Zazo, Almudena Rubiato, Alfredo Miralles, Estrella García y Sandra Sipele son los chicos del Laboratorio de Danza de la Universidad Carlos III de Madrid que presentan al público su trabajo. Jam Session: Ponme un Mediterráneo es el nombre de esta performance en la que se unen tres disciplinas de los diferentes lenguajes artísticos (danza, música y artes plásticas) por medio de la improvisación.
Y volvemos a la música porque Jorge Sierra nos muestra con su intervención un lado muy personal que guía la obra durante la hora de la performance. Sentado sobre una mesa, a un lado del escenario, utiliza su música para enloquecer y agitar a los bailarines, y desconcertar al público asistente. Al mismo tiempo, Juan Blasco prepara cócteles que ofrece al público; y los artistas, al beberlo, entran en un estado de excitación incansable.
“Santificarás las fiestas”. Los hermanos Lafayette se encargan de improvisar sobre un mural con su pincel y un spray para graffiti. Mensajes cargados de contenido, vírgenes, botellas de veneno y rostros desfigurados son algunos de los dibujos de estos hermanos.
Gusto, vista, oído, olfato y tacto. Los cinco sentidos a flor de piel para encontrarnos con nuestros miedos y deseos. Los bailarines en el escenario ríen, lloran, hablan, gritan; y coquetean con el público…
Y es que el arte contemporáneo es así, un sinsentido constante que pretende desconcertar primero, para luego hacer reflexionar sobre su mensaje. El contacto de los pies con el suelo, dulce o agresivo, la interacción de unos bailarines con otros… El arte de la improvisación tiene la excelencia de actuar basándose en la imaginación. Pero se corre el riesgo, y más cuando hablamos de Contemporáneo, de que el público no entienda tu mensaje. Quizá el de estos siete bailarines era criticar el alcohol y la irracionalidad de las personas en las fiestas. Quizá no. Cada espectador interpreta una idea diferente “improvisando” también con sus percepciones personales.
Jam Session no dejó indiferente a ninguno de los asistentes, pero sí desconcertados. Quizá ésta y la escasa asistencia al show sean signos de una escasa cultura artística, pueden pensar algunos. O quizá desconcertar era el objetivo de la obra. “El color del coñac se confunde en mi cabeza…”
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